La forma de narrar la historia tiene mucha incidencia en la apreciación del conjunto de la obra, casi tanto como su argumento. Su prosa barroca emplea frases largas con abundantes circunloquios, metáforas e imágenes evocadoras; con una gran habilidad de análisis sobre los protagonistas, para mostrar las interioridades y sentimientos. El texto, dividido en cortos capítulos y escaso diálogo, se expande en la fecunda retórica de Hawthorne, trazando pormenorizadas descripciones, ya sean psicológicas, de paisajes, de objetos o atmósferas singulares, que para nada se pueden tomar como algo trivial y ajeno a la trama. Otra peculiaridad del autor, es dotar al narrador omnisciente de subjetividad, con una total libertad de opinar y comentar escenas y actitudes de los personajes.
Relato sobre la intransigencia, en un mundo donde la religión, la justica, la moral y ley son sinónimas. El pecado, el arrepentimiento, castigo y la culpa son los ejes de la narración, los “trazos” con que se escribe la grafía de la A escarlata. Símbolo del Adulterio, y también, quizá, de la América primitiva del imperio inglés.
La acción está encuadrada en una época de radical intolerancia de conducta y credo: la sociedad puritana de la Nueva Inglaterra del S. XVII; con unos personajes atractivos en varios aspectos y nada corrientes, que proporcionan al escrito un gran interés. Es un fascinante estudio sobre temas antagónicos dentro de la condición humana y social: fe y fervor, amor y moral, placer y contrición, verdad y apariencia, libertad y sumisión, perdón y castigo.
Con un final imprevisto, en mi opinión, y donde la conclusión era fácil que la historia cayese en decepción. Pero no, hay un giro radical cerrándose la novela con un broche de oro, donde la letra de la vergüenza puede transformar su significado.
hace 12 años
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