"¡Vamos a romper! A medianoche, la puerta de la bolsa estará abierta. La consigna es Freiheit: libertad. Todas las ideas que pudieran paralizarnos hasta ahora han quedado apartadas de golpe." En febrero de 1944, los ejércitos soviéticos encerraron en una bolsa a 60.000 soldados alemanes en la región ucraniana de Korsun, al sur del río Dniéper. El Ejército Rojo culminaba así un periodo de extraordinario poder ofensivo que había arrancado en el verano del año anterior, después de la derrota alemana en Kursk. Los soviéticos, al mando de dos de los mejores generales de Stalin, Ivan Koniev y Nicolai Vatutin, querían repetir en el sur de Ucrania el gran cerco realizado un año antes en Stalingrado, una de las victorias soviéticas decisivas para el resultado de la Segunda Guerra Mundial. “Esta vez tengo atrapados a los alemanes”, le había asegurado Koniev a Stalin, “y no se me escaparán”. La batalla de Korsun (o de Cherkasy, como la conocieron los alemanes) fue un impresionante drama de valentía, crueldad y desesperación, un enfrentamiento que contenía todos los rasgos característicos de la despiadada lucha en el Frente del Este, el mayor choque militar de todos los tiempos. Erich von Manstein, que en otro tiempo había sido considerado por Hitler como su mejor estratega, no pudo en esta ocasión llegar hasta la bolsa, a pesar de los esfuerzos de sus tropas. Finalmente, Manstein tuvo que ordenar la ruptura de los cercados para intentar llegar hasta las fuerzas de rescate. El resultado fue una violenta y desesperada huida nocturna de los soldados alemanes, una auténtica noche de pesadilla a través de lo que los veteranos de Cherkasy siempre recordaron como Höllentor, la puerta del infierno.