A veces, quererse no basta. Por si no fuera ya suficientemente complicado que la persona a la que quieres también te quiera, a veces eso no basta. La distancia. El ritmo. El tiempo. Los tiempos. El momento. Los momentos... Enamorarse no es tan difícil como estar juntos. Y, al mismo tiempo, estar juntos es más fácil que enamorarse. Pero eso no es lo que nos lo han enseñado las comedias románticas, que nos han hecho creer que por más obstáculos que haya, cuando el amor es de verdad, del bueno, siempre sale adelante. Pues no. Y algo así es lo que les pasa a Marianne y Connell, protagonistas de 'Gente normal', de Sally Rooney.
Dicho esto, más de uno pensará ahora que se trata de una novela romántica o de un libro de desamor. Pues sí. Y pues no. Es mucho más. Hay algo en esta novela, tan extraña, tan común, tan extraordinaria, que te obliga a revisar, uno por uno, los costurones de tu propio corazón. Y eso, depende del momento, duele. O no duele, pero hace que recuerdes el dolor, lo que, para el caso, es lo mismo. 'Gente normal' es la historia de uno de esos amores de adolescencia que, lejos de agotarse y olvidarse, perdura durante mucho tiempo. Aunque sus protagonistas, Marianne y Connell, apenas estén juntos una pequeña parte de ese tiempo. Se pierden y se encuentran. Se quieren. Están enamorados. Pero muy pocas veces coinciden los tiempos. O las ganas. Porque sí, se puede querer muchísimo a alguien y, a pesar de eso, a pesar de que se te inflama la piel con el simple hecho de pensar en esa persona, sentir en algunos momentos que estar con ella no es una buena idea.
Marianne y Connell se conocen en el instituto. Y coinciden en la mansión de ella, donde limpia la madre de él. Ella, en clase, es una rarita. Y él. Él es un chico popular. Y se enamoran. De verdad. Para toda la vida. Se quieren. Se admiran. Se desean. Y se hacen daño. Sin querer. Y a veces queriendo porque, en el fondo, es una manera de recordarse que se quieren. Pasan los años. El instituto. La universidad. Las cosas se dan la vuelta. Marianne es la popular. Connell el chico rarito y callado.
Hay algo, en ese Connell, del Holden de 'El guardián entre el centeno'. No sé muy bien qué es. No sé si es esa forma de callarse. De no decir. De esconderse. De quemarse por dentro. Y eso, a veces, no sirve de nada. Quemarse por dentro no sirve de nada. Sobre todo cuando la otra persona está esperando que prendas una hoguera.
hace 4 años
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