El narrador de esta novela es un padre que se pregunta de dónde viene la atracción de su hijo por la heroína. Es también un traductor de oficio que se ha pasado la vida interpretando lo que escriben otros, y un hombre felizmente habituado a la soledad y a sus rutinas. El cataclismo llega por teléfono, cuando, pasados diez años del "último mono" de su hijo, la madre anuncia una tercera recaída y le pide ayuda. Se inicia así un periodo imprevisto de convivencia familiar que altera todas las costumbres y obliga al traductor a interpretar y comprender no las palabras, sino los hechos. ¿De qué se desintoxica el hijo? ¿De qué vivencias que quizá no sean suyas, sino anteriores? El traductor rastrea en los vestigios de una Barcelona pletórica bajo el signo de Lou Reed y Rimbaud, la que él conoció en su juventud. De esta exploración, o meditación, o conversación consigo mismo, surgen escenas de la familia mediterránea moderna en que la tribu se abre al individualismo, separaciones combinadas con cambios de orientación sexual y nuevas formas de vida entre las cuales un hijo obediente siente la fascinación del abismo.