Cuarta novela de la saga y, también, la cuarta que leo del autor y de su personaje Wallander. No tan brillante como la anterior, “La leona blanca”, pero con un buen inicio y continuación de la trama. Nos encontramos con un policía acabado (muy propio de la novela negra) físicamente y psicológicamente. Los acontecimientos descritos en su anterior caso le pasan factura, llegando a tocar fondo y con una bajísima autoestima. Sin embargo, como el Ave Fénix, resurgirá de sus cenizas. Esta primera parte, la narración de derrumbe moral y su recuperación, es de lo mejor de la novela; es la “chispa” que impulsa a seguir el argumento. Al igual que las anteriores entregas, el policía se ve desbordado ante los nuevos tiempos que corren y en su intento de comprender lo que sucede a su alrededor; donde todo está sufriendo una rápida transformación y un continuo cambio, desde la sociedad, el país, la moral y la ética, el funcionamiento del cuerpo policial y, por supuesto, los métodos delictivos con una inusitada atrocidad en sus formas.
Mankell ha compuesto una entretenida investigación policial, con su rutina y relaciones de trabajo, hipótesis y dudas, interrogatorios, y aderezado con buenos y puntuales momentos de suspense; sin embargo, y a mi juicio, la resolución de la trama cae en el error de la inverosimilitud y con un cliché que son representativos de otro tipo de novelas: confesión del culpable ante el policía condenado a morir, y la culminación con una acción y persecución propios de las películas americanas. Aun así, y con este “desliz narrativo”, es una historia recomendable, amena, con apreciables momentos, y que nos permite seguir la evolución del protagonista en diversos aspectos: interiormente, laboral, familiar y sentimental.
hace 12 años
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