Creo que uno de los pilares fundamentales para narrar una buena historia, es tener al lector encariñado con los personajes. Personalmente siento que aquí no se logra; Grass nos detalla el como Mahlke se llena la cabeza de azúcar, e incluso la cantidad de barro que traía en las botas el protagonista. Sin embargo, del resto de los personajes sabemos el nombre (con suerte), alguna que otra interacción con el protagonista o con Pilenz, y ahí acaba el asunto. Esto podría ser perfectamente entendible si se abriera una ventana a un mundo rico e interesante de nuestro protagonista, el cual en sí tiene bastante que contar. Pero en su lugar, tenemos una visión lejana, hueca y a momento casi de idolatría. No es un mal libro; A ratos se volvía interesante e incluso cercana. Pero la magia duraba poco, y dos páginas enteras hablando sobre las característas de barcos echaba por la borda toda motivación para continuar leyendo. Al terminar el libro, me pregunté seriamente como era posible que una historia de adolescentes ambientada plena guerra, con un final tajante y una buena narrativa, pudo serme tan indiferente. Pues ya descubrí el motivo.
hace 3 años