Sesenta páginas, todo un atrevimiento y un pecado en este mundo editorial de petardos infumables que superan las seiscientas; como decía, solo sesenta páginas fueron suficientes para que Claude Roy definiera lo que le sucede a quienes aman y viven por y para los libros: "Me gusta que los libros compartan mi vida, me acompañen, callejeen, trabajen y duerman en mi compañía, se rocen con las venturas del día y los caprichos del tiempo, acepten citas conmigo a horas “imposibles”, ronroneen con la gata al pie de mi cama, o se arrastren con ella en la hierba, doblen un poco la punta de sus páginas en la hamaca de verano, se pierdan y se encuentren de nuevo". Molesta tener que devolver los libros de la biblioteca, ofende que no regresen los que uno prestó, duele tener los bolsillos llenos de nada y pasar por una librería, reconforta llenar una bolsa con las nuevas adquisiciones....esto le pasaba a Roy y le ocurre a muchos, ¿verdad? Sesenta páginas para disfrutar y para leernos a nosotros mismos. La producción del escritor francés Claude Roy (1915-1997) superó la veintena de libros. Poeta, periodista, viajero, miembro de la resistencia francesa que llevaba en su mochila "un libro de Platón, otro de Villon, un Keats, un diccionario de chino, una navaja de afeitar y un cepillo de dientes".
hace 9 años