En la Barcelona de finales de los sesenta, un niño ve a su padre por primera vez con cinco años, después de mucho tiempo desde que su madre diera por sentado que no volvería a dar la cara. El hombre, enlazando trabajos puntuales de extra en películas de la época, desaparece y vuelve a aparecer tiempo después en la vida de su hijo y de la madre de éste hasta el punto de llegar formar una familia estable con ellos pero sólo durante unos años.
Martínez de Pisón, utilizando una vez más la historia de una saga a lo largo de las décadas para mostrar los usos y costumbres de la sociedad española, vuelve a trazar el perfil de un padre de familia con ambición por mejorar económicamente pero chocándose de continuo con el techo de cristal de sus limitaciones. Nuevamente, a través de los ojos de un niño que, debido a sus circunstancias, aprende a diferenciar entre lo que resulta conforme a la ética y la moral y lo que no, y que para dar respuesta a sus propios dilemas se especializa en Filosofía del Derecho convirtiéndose en profesor del área, el autor vuelca en una historia la manera con la que los hijos convierten a sus padres en un ejemplo a no seguir.
Alejándose del prototípico esquema de planteamiento/nudo/desenlace, el novelista zaragozano por excelencia vuelve a conseguir una novela larga en la que el lector disfruta de las historias contenidas en ella no tanto por los giros ni por la intriga, sino por la fineza con la que retrata las contradicciones de los personajes.
Ya sea en narrativa corta como “María bonita” (https://antoniocanogomez.wordpress.com/2018/02/10/maria-bonita-ignacio-martinez-de-pison/) o “Carreteras secundarias” (https://antoniocanogomez.wordpress.com/2018/07/11/carreteras-secundarias-ignacio-martinez-de-pison/), o a través de novelas de mayor extensión como “La buena reputación” (https://antoniocanogomez.wordpress.com/2018/06/16/la-buena-reputacion-ignacio-martinez-de-pison/) , Martínez de Pisón incide en la familia como núcleo del que emanan historias. En el perfil de padre descarriado que comete locuras que sufren los hijos, y que con un permanente poso de humor nunca dejan de perdonar, el autor vuelve a retratar de forma agridulce a los adultos empeñados en ascender socialmente que no hacen sino encadenar frustraciones.
Pese a todo, y aunque una vez leídas varias novelas suyas uno ya sabe el esquema que va a seguir, y los tics en los que va a repetirse, la originalidad a la hora de contar las historias hace que no canse nunca. Si una editorial como Seix Barral sigue reeditando los libros que el escritor publicó hace décadas en otros sellos, será por algo.
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hace 2 años
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