En este excelso volumen se compila lo mejor de la narrativa breve de Eudora Welty. Esta escritora de profundas raíces sureñas influyó, sin lugar a dudas, en la renovación del relato corto o del cuento de los años 40. Sus variopintas historias, marcadas por la desolación de unas tierras ajadas que se caen hechas jirones; son restallantes sepulcros en los que anidan la deslealtad, la violencia, la humillación, las habladurías y las maledicencias de la gente. Personajes obtusos que son desamparados emocionales, deficientes, negros o tullidos: espantajos malparados por los estragos ocasionados por la Gran Depresión, la pérdida y el olvido. Señas cálidas de identidad, que quedan vivamente registradas en sus primeros libros, "Una cortina de follaje" o "La red grande y otros relatos". Será con "Manzanas doradas" -su tercera intromisión en el arte de la escritura-, donde Welty dará un salto literario de calidad todavía mayor: Aunque Morgana no sea Macondo, Santa María o Yoknapatawpha; si que es una comarca imaginaria por la que transitan los fantasmas y los deshechos espinosos de un buen número de familias. Ensoñaciones líricas plagadas de un rico y estimulante lenguaje que nos trasladan a los frondosos algodonales, a los dorados maizales, al tierno aroma de los melocotoneros, y al pernicioso chirrido de las cigarras. Un mundo rural errático y exangüe, en el que el hálito de la pasión siempre está vivo o candente. Su influencia es más que notable en autoras tan carismáticas como Flannery O´Connor, Carson McCullers o la reciente Nobel canadiense Alice Munro. Y es que el talento y la luminosidad de esta autora es del todo admirable.
hace 8 años