El narrador de Buena mar se embarca, de la manera más literal posible, en un viaje de trabajo. Lo hace porque es periodista y quiere descubrir cómo viven y faenan esos hombres que pasan su vida en alta mar para que nosotros podamos comer pescado fresco. Esta travesía hacia lo desconocido —nunca ha navegado y apenas conoce del mar más que la playa— es también un viaje hacia su propio interior, pues lo que conoce en tierra firme en realidad parece irse a pique: su trabajo, su pareja, su casa, su vocación, su vida entera. Cómo se vive rodeado de agua, cómo van pasando los días entre los timbrazos que anuncian que la red está llena, cómo se ve el horizonte desde un viaje que no se parece a ninguno, qué esperar del trayecto hacia Gran Sol, uno de los caladeros más complicados del mundo. Con esta experiencia, vivida a través de su propia inocencia pero también a través de la mirada y la sabiduría que la tripulación poco a poco le va prestando, Antonio Lucas trae a nuestras manos la épica de un trabajo agotador y tan desconocido como apasionante.