Resumen

«Billy Gray era mi mejor amigo y me enamoré de su madre. Puede que amor sea una palabra demasiado fuerte, pero no conozco ninguna más suave que pueda aplicarse.»
Alexander Clave es un viejo actor de teatro que recuerda su fugaz e intenso primer amor. Un rodaje cinematográfico le llevará a intimar con una joven y popular actriz cuya vida se ha asomado al abismo y al inesperado hallazgo de respuestas acerca del destino final de las mujeres que marcaron a fuego su vida.
La mejor novela del ganador del Premio Booker y del Premio Kafka, antesala del Nobel.

4 Críticas de los lectores

8

Es la novela de un maestro. Durante buena parte de la narración, la trama se muestra débil, poco convincente. Pero de repente, ya cerca del final, todo adquiere sentido. Prosa magnífica, metáforas brillantes y, en suma, una obra redonda.

hace 7 años
10

Se necesita oscuridad, profundidad y silencio para leer a Banville. Tiempo sobre todo. Tiempo para dedicar al verdadero deleite de las palabras y de las imágenes. Tiempo para la reflexión. Se necesita capacidad de introspección e inteligencia para llevar el duelo a mano con este autor que no da respiro. Se necesita sensibilidad para sentir lo que se lee y vivirlo. O si se anda lejos de poseer estas cualidades, es mi caso, al menos ha de tenerse mucha fe y esperanza. Antigua luz es un libro redondo, un verdadero y feliz encuentro entre la belleza de un estilo y un originalísimo argumento.

hace 10 años
8

Desconocía la literatura de Banville, un error porque se trata de un escritor tan interesante que, según los críticos, puede ser un inminente Nobel. Antigua Luz es un libro muy bien escrito, con una narrativa elegante, contundente y una capacidad para describir situaciones atractivas a base de elementos kafquianos sugerentes. El argumento del libro tiene un toque onírico que engancha. Quiero leer otros libros de este autor irlandés.

hace 10 años
7

Como escribe Javier Aparicio Maydeu, en Babelia del 13/10/2012. "Pocos han entendido mejor que el autor de Los infinitos aquella opinión contundente de su admirado Nabokov, a saber, que “el estilo y la estructura son la esencia de un libro, las grandes ideas son estupideces”. La unidad de Proust fue el capítulo como la de Pavese fue el párrafo, la de Thomas Mann fue la idea o la de Faulkner la imagen. La unidad de Banville, como la de Hemingway, es la frase, raíz del estilo. Y el deber de sus lectores, como han hecho antes sus traductores, es degustarla, advertir su plasticidad, su vocación poética, su esmero en la elección del ritmo. “¿Recordáis cómo era abril cuando éramos jóvenes, esa sensación de líquida impetuosidad y el viento extrayendo cucharadas azules del aire?”, evoca el narrador de su nueva novela, Antigua luz, un nabokoviano juego de espejos deformantes, tramposos reflejos y falibles recuerdos, exquisita muestra de introspección y de memoria inventada que va tejiendo también el tapiz de una herida emocional, la que en el alma del hombre maduro ha dejado la remembranza del tiempo que de joven estuvo en brazos de la mujer madura. Un muchacho imberbe, Alex Cleave, ahora un viejo actor de teatro; una mujer casada, Mrs. Celia Gray, madre de su mejor amigo y guiño a Mrs. Robinson, ahora octogenaria; el recuerdo nostálgico en blanco y negro de aquellos encuentros ilícitos en la Irlanda de los años cincuenta conviviendo en la memoria de Cleave con el recuerdo virulento del suicidio de su hija Cass en colores chillones, y la voz natural de Alexander, afligida aunque aplacada, conviviendo con la voz impostada del actor Mr. Cleave, “¡oh, corazón, oh, atribulado corazón!”, lamentándose de los misterios del ineludible albur de la vida en el iluminado escenario de las páginas de Antigua luz, en el que se interpreta un soliloquio deslumbrante, shakespeariano, el mismo soliloquio de siempre, ya saben, el que expresa la lucha del hombre contra el misterio de la vida, aquí en una de sus mejores versiones. Así es, Banville quiere que Cleave, que ya fue el narrador de su novela Eclipse (2002) y personaje en Imposturas (2003), novelas con las que Antigua luz forma un tríptico especular, narre la historia como si de un hermoso monólogo teatral se tratara, dirigiéndose al lector, y Banville quiere que Banville esté presente, y lo está bajo la personalidad del anagrama JB, el autor de La invención del pasado, el libro que va a convertirse en la película que protagonizará Cleave, el personaje a quien su autor le brinda la oportunidad unamuniana de juzgarlo, de evaluar con ironía su prosa “de probo escriba bizantino”, “un tipo raro, con aire furtivo y desasosegado, incluso cuando está sentado inmóvil, como ahora, en este alto sillón de orejas con una copa de brandy en la mano”. Los Gray, JB, Cass Cleave, Alex Vander —el académico (¿Paul de Man à clef?) cuya biografía se recoge en La invención del pasado— y Alex Cleave encerrados en un círculo de tiza freudiano dibujado en la mente de este último, obligado a cuestionarse la propia memoria, siempre incierta, incapaz de acabar de verbalizar lo que ocurrió, obsesionado por hallar luz en la tiniebla y empecinado en hallarla de la mano de su estilo iluminado por la belleza, al que se asoman, discretos, Joyce o Eliot, y en el que algunos versos de Yeats parecen querer inspirar algunas frases de Banville. Y “os preguntaréis qué ocurrió”…, pero sólo Alex Cleave podrá explicároslo si leéis Antigua luz, un extravagante, engañoso y expiatorio teatro de la memoria.

hace 12 años