Este libro me encantó. Yo sentí que tenía dos partes diferenciadas. La primera, muy lenta, en la que Gaiman nos narra un viaje surrealista y onírico por el EEUU de carretera. Es increíble el aura que logra darle a esas páginas, como construye el ambiente entre lo cotidiano y lo alucinatorio, como mezcla lo espiritual alucinógeno y lo normal. En los paisajes que nos narra, pueblecillos perdidos en la américa profunda, restaurantes en carreteras remotas del desierto, los humanos hablan con los dioses de cosas anodinas, conversaciones que se van desvaneciendo y sustituyendo unas a otras sin ton ni son, anécdotas e historietas inconexas y curiosas. La vida que se retrata en estas páginas es extraña, las cosas pasan simplemente, y se desvanecen en el tiempo, cosas que parecen inolvidables; gente que conoces y amas al instante, los momentos profundos y preciosos que compartes, los lugares donde parece que has pasado toda una vida, los momentos que parecen durar para siempre; se desvanecen en el tiempo, nunca más vuelves a saber de ellos, y vienen otras cosas que amarás, y otra vez se irán. Es tan extraño, como un sueño. Neil Gaiman parece reflejar ese mundo extraño en el que a veces nos damos cuenta que vivimos, como un gran sueño, un sueño donde las cosas ocurren y se van, donde aquella conversación en un café sobre monedas y timos que tuviste con un amigo, la chica que recogiste, aquella visita que hiciste a ese museo extraño perdido en la carretera, aquél policía tan simpático, aquellas niñas con su conversación adolescente, aquél restaurante tan cálido donde comías y pasabas el tiempo mientras nevaba afuera... todo pasó, y se quedó olvidado... solo queda la carretera larga y eterna, el viaje, este enorme sueño alucinógeno, tan extraño... A diferencia de otros libros, sentí como las cosas no tenían que pasar por algo, sino que tenían su sentido en el momento preciso en el que podías disfrutar de ella, y luego se perdían para no volver. Eso le daba una enorme poesía. Y creo también que la prosa fantasiosa y onírica de Gaiman ayuda a ensalzar, hace más bello aún, el carácter extraño y alucinógeno de ese mundo donde las cosas, simplemente, ocurren.
La segunda parte no me gustó nada, por qué, a mi parecer, rompe todo lo que había construido. Las cosas que parecías que simplemente pasaban de repente tenían un destino y lo cumplían, y resulta que el mundo no es vago y poético sino una serie de engranajes donde todo pasa por algo. Lo sentí muy forzado. Sentí que Gaiman se cargaba toda la poesía y el sentimiento que tenía su obra solo por la necesidad patológica de algunas historias de que todo ocurra por una razón. Además, sentí que todo lo importante para esa historia ocurría muy deprisa, al final. No sentí que lo que antes había leído tuviese como desencadenante natural el final de American Gods. Sentí que la obra cambió todo su carácter en el último trayecto. Me dejó muy confundido y decepcionado. Por suerte, el final parecía retomar ese espíritu poético de la primera parte, concluyendo con unas dulces pinceladas de aquella vaguedad y confusión onírica.
El final del libro no me gustó nada, pero eso fue porque la primera parte me fascinó. Casi los siento como dos libros diferentes. Pero no siento que el final tenga que arruinar toda mi experiencia, porque esa primera mitad sigue en mi mente, y aun recuerdo todas las cosas que me hizo sentir y cómo, aunque luego todo ello se arruinase, era incapaz de creerme la genialidad que Gaiman parecía mostrar en algunos momentos al retratar ese mundo extraño y vago.
hace 4 años
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