Sin duda es un libro muy emotivo, aunque debo reconocer que, en mi caso, tampoco fue de esos que llegan al alma, a excepción de la parte final. Quizás influye que con tanto despliegue mediático es casi imposible no crearse muy altas expectativas, así como saber de antemano de qué va su argumento.
Entre los puntos altos está cómo la autora traspasa al lector lo que Will siente y piensa de su condición, la angustia de ser prisionero de su cuerpo, a tal punto que es realmente fácil comprender la forma en que quiere tomar las riendas de su destino, independiente de lo que cada uno pueda opinar respecto de este tema tan sensible. El desenlace es realmente acertardo; cualquier otro final hubiera pecado de empalagoso.
Respecto de Lou tengo sentimientos encontrados. Me gustó cómo se caracterizó al personaje puesto que su forma de ser fue lo que permitió la conexión con Will. Sin embargo, nunca me cuadró su comportamiento para una mujer de veintiséis años. Se trató de explicar por una experiencia que vivió siendo más joven, pero considero que tampoco lo justifica. Incluso al comienzo de la novela llegué a pensar que tenía algún tipo de problema mental o conductual, sobre todo por eso de contar sus pasos entre dos direcciones.
Pero finalmente mi nota se la gana por abordar un tema ético muy sensible, de una forma poco común en la literatura, que me tuvo totalmente atrapada en sus casi 500 páginas en las que no perdí el interés en ningún momento.
hace 8 años
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