Cuarta entrega de una saga que se ha convertido para mí en "un hogar". Esa es la mayor virtud de la obra de Diana Gabaldon, esa capacidad de hacer sentir cercanos a unos personajes y unas vivencias de un libro ambientado en el siglo XVIII.
La primera parte es más tranquila y relajada que en otros libros, lógico teniendo en cuenta que están en un lugar nuevo y casi salvaje, donde tienen que establecerse desde cero. Sin embargo, la segunda parte, especialmente el último tercio, es un no parar de momentazos y sensaciones. Probablemente de lo mejor de toda la saga, y eso es mucho decir.
Sigo prefiriendo a Jamie y Claire como personajes, aunque por razones evidentes, ya no son protagonistas absolutos. Brianna me encanta, pero Roger me parece un auténtico imbécil egoísta, controlador y manipulador, así que llevo peor su presencia. Ya me lo parecía en la serie (me vi precisamente hasta la temporada que adaptaba Tambores de otoño) y tenía esperanzas de que en el libro no fuera así, pero al contrario, incluso se ha potenciado ese pensamiento.
A mí, al contrario que a casi todo el mundo por lo que leo, no me parece que la saga esté en decadencia ni que le sobre nada. Es cierto que hay partes de desarrollo más pausado, pero no veo el problema de eso, porque ayuda a sumergirte en el ambiente y te acerca al interior de los personajes. Entiendo que haya personas que prefieran menos páginas y más folleteo, pero creo que Diana ha encontrado un equilibrio perfecto. Por suerte. Para mí al menos.