Lectura áspera, fría y desagradable, de esfuerzo sin recompensa. Lo que es la historia se podría meter en un cuento de veinte páginas. El resto del libro lo llena el estilo rocoso de Jelinek. No hay diálogos, los personajes nunca se expresan. Hay multitud de metáforas y eufemismos que no siempre se entienden (me imagino al traductor sudando la gota gorda) y la narración se interrumpe constantemente con las reflexiones y opiniones de la autora. De vez en cuando salta una frase brillante pero en general suelen ser del tipo "los hombres son todos unos cerdos y sus penes son asquerosos" o "los esquiadores son gilipollas". Mucho sexo sí, pero nada de erotismo. Es todo muy violento, humillante y degradante para las mujeres. Jelinek equipara el sometimiento de la esposa a los inagotables deseos sexuales del marido con el de los obreros en la fábrica de papel que dirige este último. En el fondo es otra novela que despelleja a los burgueses y eso siempre está muy bien. Lo que está feo es torturar al lector.
hace 8 años