Esta novela publicada en 1829 y considerada unánimemente una de las obras maestras de Stendhal, narra una historia de amor entre una joven princesa (Vanina) y el miembro de una sociedad secreta de vocación revolucionaria, aunque es cierto que se ha leído también como un episodio de esa Historia italiana que tan bien conocía su autor (la lucha de los carbonarios por la independencia de Italia). Vanina Vanini es, además, la primera obra exclusivamente narrativa que escribe Stendhal. Y no sólo prefigura las que serán sus obras maestras de largo aliento, sino que hasta sus personajes son un adelanto de los que vendrán, como lo es el ambiente, sugerido con tanta sutileza y economía de medios, o los diálogos, tan concentrados y calculados. Incluso llega a emplear ya el monólogo interior en los momentos decisivos. Para Stendhal sólo había dos clases de libros: los escritos con el propósito de “hacer entender una idea” y los escritos con el propósito de “hacer sentir, dar algún matiz de emoción”. Los primeros dejaron de interesarle muy pronto, si es que alguna vez le interesaron de verdad. Los segundos fueron los que él se empeñó en escribir: “Escribir otra cosa que no sea el análisis del corazón humano me aburre”. Vanina Vanini, huelga decirlo, es de los segundos.