Romance de lobos, la más conseguida de las Comedias Bárbaras, continúa los tres hilos argumentales iniciados en las obras anteriores, concentrados aquí en uno sólo: la transformación de Don Juan Manuel Montenegro, que pasa del exceso y la locura de su violento vivir a una nueva conciencia de sí mismo, redimido por un sentimiento de culpa que apaga su soberbia. Ya la primera escena, con la aparición fantasmal de la Santa Compaña, que pasa como una niebla sobre los maizales, preludia la caída de Montenegro, el carácter ceremonial y el contenido trágico de la Comedia. Valle-Inclán se nutre de imágenes sonoras y visuales para potenciar el sentimiento de soledad, angustia y muerte que inunda la obra. El viento, la lluvia, la noche, la luz eléctrica del rayo, el mar y un completo bestiario de simbología animal envuelven al lector en una atmósfera cuya sacralidad nos proyecta hacia la eterna incógnita del destino humano.