Antonio Buero Vallejo es sin duda uno de los mejores dramaturgos contemporáneos que nos ha dado este país, y una vez más lo demuestra con esta obra en la que vuelve a presentarnos un teatro muy vanguardista, con la simulación de ser el espectador parte de una sociedad de un futuro muy lejano pero que, en contexto, le sirvió para poder sortear la censura durante los años de la dictadura. Con el trasfondo de la Guerra Civil y la Postguerra, Buero Vallejo nos abre esta historia para recordarnos la miseria en la que quedaron sumergidos millones de españoles, ese magnífico sótano, el tragaluz, los personajes, la ambientación... es difícil explicar lo que te hace sentir cuando lo estás leyendo. La obra es nuevamente una crítica social expresada a través de sus personajes: El Padre, que fuera funcionario hasta que, tras el Golpe de Estado, es una víctima más de la represión, Vicente que solo piensa en su propia salvación y no le importa el precio a pagar, Mario, el idealista que se niega a ascender a costa de los demás y solo se limita a sobrevivir... Sin embargo, Buero Vallejo no nos presenta a unos personajes planos y encasillados, pues hacia el final de la obra, cuando todo cobra sentido, comprendes que todos ellos, igual que todos nosotros, estamos compuestos de muchos fragmentos que no nos hacen del todo culpables, pero tampoco del todo inocentes. Otro detalle a destacar de la obra es esa crítica que hace el autor hacia una sociedad deshumanizada e individualista, reflejado cada vez que El Padre, en su demencia, no deja de preguntar quiénes son esas personas desconocidas que ve en las postales y revistas que le lleva su hijo Vicente, pues para él no son gente, son algo más que solo él es capaz de comprender.
hace 2 años