Narra la evolución de dos historias paralelas, la de Djamila, una joven cantante palestina, y la de Arik, un violoncelista israelí, y sus respectivas familias, desde los años de formación del Estado de Israel hasta el presente. A través de ellas se llega al convencimiento de que la única solución al largo y sangriento conflicto israelo-palestino consiste en tender puentes entre ambos pueblos y culturas mediante un lenguaje común que, en su caso, no puede ser otro que la música, pues, como decía Gandhi, "no hay caminos que conduzcan a la paz; la paz es el camino".