La escritura, como la sexualidad, es un espacio secreto donde uno se desnuda ante el Otro, en cuya mirada se bosqueja nuestra propia figura, siempre clamando por su reconstrucción. En los textos de Margo Glantz asistimos al desdoblamiento de la autora narradora, dos voces que en gozosa copulación dan forma al texto: una exige que se escriba, otra que se narre. Estas voces se entreveran, se mezclan, se confunden, se alejan para verse mejor, y en el contacto físico (manuscrito, tipográfico) va surgiendo el sentido. En la arqueología de lo frívolo que hace Glantz - postales, cabellos, ballenas y hasta lecturas - el lector descubrirá la importancia de los objetos cotidianos, que ganan peso por las situaciones y asociaciones que plantean, por la exploración a partir de ellos de aspectos de la vida que sólo una mujer puede explorar: una escritura que es, en ese sentido, también feminista.