Irreverente, ácida, mordaz... La narrativa breve de Dorothy Parker es como un delicioso dulce de leche relleno de arsénico, que no puedes dejar en ningún momento de probar. Trombas jugosas de hipocresía en la que la figura del matrimonio, la familia, el amor o los demagógicos convencionalismos sociales, se quedan lindamente en porretas o con el culo al aire. Ironía, sátira, burla... Vacuidades banales que retratan con retranca, oscuros aspectos de nuestra pomposa amoralidad. Esta mujer no dispararía con bala pero tiraba a dar. Aunque la mayoría de estos relatos sean notables, me quedo sin lugar a dudas con los de la etapa de los alocados Años Veinte: "¡Qué lástima!", "El Encantador Anciano Caballero", "Arreglo en blanco y negro", "El último té", "Una rubia imponente" o "¡Aquí estamos!" son auténticas joyas dignas de valorar .
hace 8 años