«El objetivo era poblar Madrid de cuerpos visiblemente desesperados.» María Folguera traza en Los primeros días de Pompeya una suerte de pasadizo histórico entre dos mitos: la Pompeya que sepultó el Vesubio y el Madrid que pudo sepultar EuroVegas. Si la ciudad romana sufrió un volcán, Madrid sufrió a su Presidenta. Por el escenario de esta ucronía política transitan actores, dramaturgos y artistas callejeros; pero también consejeros y correveidiles, falsos terroristas y, sobre todo, una mujer activista, que quizá sea el Segismundo de nuestro tiempo. Todo es teatro; todo, representación. María Folguera se lanza a hablarnos de lo íntimo y de lo público, de la mujer y de sus decisiones cruciales, de precariedad y de empeño artístico; del telón que muchas veces hay que atreverse a bajar.