A principios del siglo XIX en el pueblo costero de Lyme Riges situado en el condado de Dorset , al sudoeste de Inglaterra, vivía una familia humilde que conseguía su sustento principal gracias a la búsqueda y venta de restos fósiles. Se trataba de los Aming, una familia sin apenas educación formal pero honrada y trabajadora, de la que formaba parte Mary, la hija adolescente poseedora de la mejor intuición para encontrar los restos de fauna fosilizada en las playas y acantilados cercanos. En la misma época Elizabeth Philipot y sus hermanas Louise y Margaret, se instalaron en la localidad, tras ver menguados los recursos económicos de su familia londinense. Elizabeth era una mujer casi cuarentona, que con la motivación de tener un hogar hallaría en la búsqueda de peces fósiles un nuevo modo de vida y entretenimiento. Un buen día ambas se conocen y desde ese momento, al compartir su pasión por los fósiles, forjarán una fuerte amistad. En un periodo en el que la perspectiva masculina predominaba en el campo académico, la rebelde Mary Aming y la independiente Elizabeth Philipot, colocarán los cimientos por el reconocimiento a la contribución de las mujeres en el ámbito científico. Además de la reticencia masculina, las dos debieron enfrentarse a los fundamentos religiosos, ya que los restos de animales que habían existido hacía mucho tiempo ponía en cuestionamiento el origen del mundo, la vida y la palabra Dios, un hecho para el que la población, en general, no estaba preparada. Una lectura recomendable de estilo sencillo e interesante, al testimoniar la existencia de dos mujeres reales no convencionales, siendo Mary Aming la descubridora de numerosos fósiles de gran tamaño pertenecientes a especies de animales desconocidos hasta la fecha. (Dolors Martínez, 9 de mayo de 2019).
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