¿Qué poder podía ostentar una mujer del siglo XV en Inglaterra? ¿Qué elecciones de su vida le podían estar reservadas? Siempre que se hubiese hecho un buen matrimonio y se hubiese cumplido con el deber de esposa y madre, una mujer tenía un gran poder que se podía desplegar tan peligrosamente como se quisiera: intrigar. Todos los reyes y aristócratas de la época que no hubieran urdido tramas y conspiraciones novelescas no nos hubieran despertado tanto interés a día de hoy. En este caso, es una amante madre la que debe conspirar y, todo ello, siempre en el nombre de Dios. Como muchas mujeres de su época, Margarita Beaufort está destinada a casarse con un hombre de buena familia para velar por el buen nombre de su familia. Tendrá que ser buena administradora de su casa y buena esposa. Desde pequeña, Margarita sabía que su vida estaría ligada a la familia que el rey designara para ella y el matrimonio que su madre le eligiese dentro de los de su estirpe: los Lancaster. Desafortunadamente para ellos, Margarita desea una vida distinta, una vida dedicada a Dios y sus designios para ella. Dios le habla a menudo y le transmite lo que debe hacerse en su nombre para el bien de ella y de Inglaterra. Cuando se convierta en la esposa de Edmundo Tudor, su Dios le asignará una tarea, la más difícil imaginable para una mujer de su época: traer un heredero a la malograda casa Lancaster y luchar contra los York para colocarle en el trono inglés. Philippa Gregory nos sumerge una vez más en un relato absorbente y cuidadosamente documentado que nos narra la Guerra de las Dos Rosas a través de los ojos de la mujer más piadosa e inquietante del conflicto: Margarita Beaufort. A través de la protagonista, Gregory invita al lector de forma magistral a sentir el odio y el resentimiento de la protagonista, a ser participes de las batallas de ambas casas sintiendo plenamente el sinsentido de las mismas y a asistir a las numerosas intrigas diarias que rodeaban a la corte. La excepcional escritura de Gregory lleva al lector hasta el más profundo sentimiento de desprecio hacia la protagonista, pasando por la pena de las inclemencias de su vida y por la incredulidad hacia los actos cometidos en nombre de Dios para alcanzar lo que más profundamente desea: el poder. (Diana Arrufat, 10 de abril de 2018)
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