La historia a veces está llena de episodios que hoy, en un mundo globalizado y avanzado en derechos, nos parecerían penosos y desconcertantes. Lo curioso, sin embargo, es que los más intrigantes y escabrosos sucesos históricos, han sido los que han perdurado y pasado a la historia como los más interesantes. No nos tenemos que ir muy lejos para descubrir un turbio pasado, manchado con sangre de inocentes y envidias envenenadas. Inglaterra, 1454. En un país divido por sangre y honor, donde el poder es el trofeo de guerra, la joven Elizabeth Woodville se prepara para presentarse ante el nuevo rey Eduardo y hacer valer sus intereses como joven viuda despojada de sus tierras y derechos por su suegra. Con dos hijos pequeños a su cargo, la joven no contará con que el rey pondrá sus miras en ella y arriesgará todo aquello por lo que ha luchado: el trono de Inglaterra y sus alianzas con los más altos cargos de su reino. Elizabeth, por su parte, deberá defenderse de aquellos que ven a su familia como una advenediza y se adelantará a sus movimientos con los dones heredados de su madre, dones que serán vistos por algunos como brujería y que pondrán en entredicho su legitimidad al trono. Philippa Gregory, autora también de La reina roja, La hija del hacedor de reyes y La princesa blanca, no nos decepciona tampoco esta vez con una novela trepidante en la que el centro de todas las intrigas palaciegas es una joven mujer a través de la cual se nos presenta la historia de Inglaterra de una forma amena y sorprendente y nos dará su punto de vista acerca de uno de los misterios más desconcertantes del pasado del país: la desaparición de los príncipes de la Torre, herederos de Eduardo IV y Elizabeth Woodville. Con una narración bien estructurada y abierta a futuras novelas de la misma saga, la autora consigue ponernos en la escena de una de las partes más sangrientas y escandalosas de la historia inglesa, dando vida de nuevo a unos personajes sedientos de ambición y venganza que tejerán entre todos una poderosa y terrible historia. (Diana Arrufat, 26 de febrero de 2018)
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