Mientras los años veinte dan paso a la Gran Depresión, Mary y Rose se han convertido en pianistas famosas y son recibidas como estrellas en fiestas exclusivas, donde se codean con la élite más privilegiada. Pero las hermanas son incapaces de cerrar la brecha entre el presente y el pasado; además del dolor por las pérdidas familiares, también sufren por la marcha de la única persona que daba algún valor a sus vidas, la encantadora prima Rosamund. En este arduo camino de maduración emocional y artística se esconde, sin embargo, el más delicioso de los descubrimientos para Rose: el amor, reflejado magistralmente con todo el poder de una sensualidad aún por explorar. En esta conclusión de la trilogía de los Aubrey las renuncias y dificultades que conlleva la vida adulta no consiguen interponerse en uno de los anhelos más férreos, el de reconciliarse, a pesar de todo, una y otra vez con la vida.