Pompeya, S.I. d.C., antes de la erupción del Vesubio. La cruenta persecución de los cristianos por parte de los romanos separa a Livia de su familia y la convierte en la esclava del filósofo Javolenus. Sin embargo, su relación no es de simple sumisión y dedican largas horas a compartir sus creencias. Con el tiempo, el amor surge entre ellos. Cuando el Vesubio entra en erupción, Javolenus no duda en resguardar a Livia con él en la cavidad que hizo construir debajo de su casa. Pero cuando ambos se dan cuenta de que su muerte es inminente, Livia le confiesa que es la portadora de un fabuloso secreto. Abadía de Vézelay, año 1030. El monje Jean Marbourg (a quienes los lectores conocerán por La promesa del ángel), de Cluny, es enviado a Vézelay con la misión de estrechar los vínculos entre ambas abadías. En la celda del abad le llama la atención una estatuilla medio calcinada que alberga un pergamino oculto. Pero el secreto que allí se desvela es de tal magnitud que acuerdan esculpir una nueva estatuilla y esconder otra vez el pergamino para la posteridad. Actualidad. Johanna (también protagonista de La promesa del ángel) y Tom, arqueólogos y amigos desde hace tiempo, trabajan en distintas excavaciones: ella en Vézelay y él en Pompeya. Además de estudiar una enigmática estatuilla hallada en la basílica de la abadía, Johanna está preocupada por su hija, que sufre unas fiebres muy altas y tiene unas pesadillas y visiones espeluznantes sobre la erupción del Vesubio. Johanna, que también creció perseguida por terribles imágenes del pasado que al fin consiguió descifrar, sabe que si no desvela el significado de esas visiones su hija morirá y decide partir hacia Pompeya. El descubrimiento de la cueva donde se encuentran los amantes de Pompeya calcinados será solo el principio que nos conducirá a un desenlace apasionante en el que los secretos de Livia y la estatuilla, separados por miles de años, serán por fin revelados. La humanidad cuenta con poderosas armas para comprender el pasado. Pero solo algunas personas son capaces de oír esas, sus voces verdaderas, que por algún motivo siguen hablándonos.