La democracia se tambalea en Roma. La corrurpión política y la codicia la van minando; el ointerés personal de los dirigentes se impone a las necesidades comunes. Dos hombres concitan todas las miradas: Julio César, emperador con vocación de rey, lider y admirado y temido, que ha convertido Roma en su jardín privado, y Bruto, su hijo ilegítimo, que observa cómo el hombre a quien más admira juguetea a su volundad con la democracia.