Peculiar e ingenioso, este libro es una curiosa mezcla de novela policíaca, ensayo histórico e informe, la primera guía sobre lo que pudo haber sido y no fue en la literatura. Con una prosa atractiva y sugerente, el autor nos describe con detalle, desde los tiempos de las pinturas rupestres hasta finales del siglo XX, las fascinantes obras perdidas de grandes autores célebres: Heracles, el escenógrafo de Aristófanes fue una de las comedias perdidas del dramaturgo; Trabajos de amor ganados fue tal vez una continuación de Trabajos de amor perdidos, obra de Shakespeare, ¿o era quizá un título alternativo de La fierecilla domada?; la novela inconclusa de Jane Austen titulada Sandition era una crítica a la hipocondría y los tratamientos médicos recibidos cuando la autora estaba gravemente enferma; Nikolai Gogol quemó la segunda mitad de Almas muertas después de una conversión religiosa que lo convenció de que la literatura era paganismo; algunas de las mil páginas del manuscrito de El almuerzo desnudo de William Burroughs fueron robadas y vendidas por unos granujas; el viudo de Sylvia Plath, Ted Hughes, aseguró que las 130 páginas de la segunda novela de su esposa, tal vez inspiradas en su matrimonio, se perdieron tras la muerte de la autora. Estos eslabones destruidos (el retrato de Sócrates en las Fábulas de Esopo), extraviados (Ultramarino, de Malcolm Lowry, obra que alguien sustrajo del coche del editor), inconclusos por la muerte del autor (La presa de Hermiston de Robert Louis Stevenson) o nunca iniciados (Habla, América de Vladimir Nabokov, segundo volumen de sus memorias) constituyen sin duda la historia de la literatura en un mundo paralelo. En definitiva, La biblioteca de los libros perdidos es en sí un formidable hallazgo.