Octogenario incombustible, Hendrik Groen seguirá arrastrando sus pies aunque la muerte llegue a pisarle los talones; no quiere y no puede ir más rápido, los años pesan demasiado. Si tiene que alcanzarle, será disfrutando de la vida con sus compañeros de residencia o escribiendo su diario. Subversivas, rebeldes, irónicas y un pelín nostálgicas, cada una de las hojas que lo componen son una lección clara y desenfadada sobre el día a día de un anciano carismático y muy agudo. Las arrugas bajo las que se ocultan sus ojos no le impiden ver la realidad. Hace gala de un humor negro extraordinario para criticar el pensamiento rancio del jubilado holandés, los recortes gubernamentales y las visitas de rigor -y casi siempre sin amor- de hijos y nietos. No todo es malo, claro que no. Hay espacio para las salidas por Ámsterdam, las pequeñas fiestas y hasta para el amor...a los ochenta y tres año y cuarto también late el corazón. Divertido y entretenido diario que no te dejará indiferente sea cual sea tu edad. Advierto: ¡Sus ganas de vivir son contagiosas! (Jorge Juan Trujillo, 29 de mayo de 2017)
hace 7 años