Tras una lesión accidental que le impide ejercer su profesión de pianista, Salva encuentra en un pequeño bar la posibilidad de entretejer sus sueños con un trozo de su realidad cotidiana, que ha venido a presentarse en una forma que nunca había imaginado. Con cuatro sencillas pero certeras pinceladas, Salvador del Río nos ubica en el bar de José, haciéndonos sentir como en casa, casi oliendo el aroma de las ricas tapas que prepara Isabel, rodeados de personajes cercanos e, incluso, tentándonos a intervenir en esas tertulias sobre lo divino y lo humano.