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GO, GO, GO, GOOD MORNING, TO SCHOOL MARÍN GONZÁLEZ, MARIO

Nota media 10 Excelente 1 voto 1 críticas

Resumen

Go, go, go, good morning, to school, es un nopoemario embutido en tripa artificial, trabajado y afeado con imprimación invencionista y esquinado a territorios de adoración del conflicto estético. Es una pieza configurada como una escenografía, donde dos poemarios son introducidos y sacados de escena por dos microcuentos que le dan la luz y fotografía apropiada para su lectura. El suelo de las paredes y Mundo Club son dos territorios desollados que nos acercan a los límites donde el hervor mantiene movimientos propios.

1 críticas de los lectores

10

Go, go, go, good morning, to school Este nopoemario es un híbrido embutido en tripa artificial, trabajado y afeado con imprimación invencionista y esquinado a territorios de adoración del conflicto estético. Su principal orden estructural se sustenta en un doble andamiaje que se ramifica por escalones que suben. Este es un texto entendido como una escenografía, un storyboard caligrafiado que compone con decenas de fotografías dos extensos murales que terminan tocándose por arriba y por abajo. Go, go, go, good morning, to school, es un mestizo armado con dos poemarios vigilados por cuatro relatos. Como las personalidades y líderes notorios, acompañados siempre por el miedo, este nopoemario construido con dos poemarios, vive con la escolta de dos textos que le dan entrada y salida a cada uno. El primer relato funciona como cuenco y el segundo como aliño. Para poder comer, hay que remover bien hasta conseguir la impregnación completa de todos sus ingredientes. El primero de ellos, El suelo de las paredes, entra en escena con la historia del carnicero amante del cine gore Santiago Chamizo, para después dividirse en cuatro territorios. Buzos que se ahogan en el mar, La vacas no comen carne, La novia de mi cadáver e Isla Manguitos, todos ahormados con cinco poemas cada uno. Su final viene escoltado con la historia del artista contemporáneo y fracasado Rafael Vélez. El suelo de las paredes nos recuerda el territorio que nunca pisamos, la parcela que se oculta, de la que sabemos su existencia pero no su textura ni su olor. Son poemas para el alivio y para el posible luto, pero también para el entendimiento con los mundos inventados. El segundo poemario, Mundo Club, salta al vacío de la mano del relato de la prostituta Lady Gaga, y se cuartea en cinco territorios, Las Ceñiduras, Kiosco de las Hetairas, Ribera Barragana, La corte y la seda y Cuerpos y miradas, todos con ocho poemas cada uno. A estas cinco zonas se le une un pequeño solar, Barbie odia el rosa, con un solo poema. El último de los escoltas es la historia de Sara la Estatua, el travesti mejor dotado de un club de alterne de una carretera secundaria. Mundo Club se posiciona en el territorio del páramo para entender la desolación a través de la soledad, una soledad que la marca el aire y que se queda en el ritmo de su lectura. Provocadoramente breves, cuentan solo la superficie, como los primeros hachazos en un tronco, desbrozando solo la corteza. Go, go, go, good morning, to school es un nopoemario rocoso y veraz, lleno de fisuras y desgarros y escrito desde la desconfianza y el exceso. Los lectores, que tendrán que camuflarse como espectadores de patio de butacas, se enfrentarán en todo momento a un manejo delirante de versos en el límite, una marea de filias y miedos, una innegable insolación de Invencionismo y una subordinación a la batalla plástica que marcan todo el poemario de este artista transgresor y abnegadamente seco. El Invencionismo es un método vivencial creado por el Colectivopacopérez, colectivo artístico de Acción de Calle que fundamenta sus procesos creativos en el absurdo y el humor. Como corriente filosófica, enlaza con el carpe diem horaciano y con los distintos surrealismos lúdicos. La invención, como alternativa al problema, es su base teórica incontestable. Go, go, go, good morning, to school, con una estructura muy visual, con la pretensión altanera de ser serie fotográfica, se permite el aliño del microrrelato y se presenta como un juego de zonas, donde cada poema es un conflicto actitudinal, un análisis destemplado de lo pasado y de lo que tiene que llegar. En El suelo de las paredes, la luz es de foco lejano y de movimiento pendular, entre cegadora y mortecina, proponiendo tonos que van del verde vejiga al rosa palo más radiante. En Mundo Club, la luz es siempre artificial o abierta de amanecer, con el rojo cadmio claro como color dominante. En El suelo de las paredes, el olor es a complicación y a desbastado interno, parecido al dulzón de un vino de naranja. En Mundo Club el olor también es breve, de lavado diario, de carrera apresurada hacia la desinfección, pero también de grano en el borde de la carretera y de resto de cosecha segada. Los dos poemarios tienen el mismo tambor, una percusión destemplada que se asocia con los conceptos desconfianza y avance. La desconfianza no viene engordada por ningún tipo de pesimismo, solo se alimenta de la constatación de los hechos pasados y su posibilidad de repetición en el futuro. El avance, de manera más nítida, se asocia con una clara determinación por la búsqueda de las luces lejanas. Go, go, go, good morning, to school, es en definitiva, un posicionamiento con el desnivel necesario para provocar el impulso.

hace 6 años