Resumen

No puedo llorar a mi marido muerto, porque está vivo. Murió ayer. Se fue de mi vida a las doce del mediodía. La muerte le sobrevino de forma repentina, brusca. Todavía no me he recuperado del impacto. Miro a mi alrededor y no veo, me hablan y no sé escuchar, es como si me hubiera quedado sin sangre, sin lágrimas. Mi vida se ha roto. Se ha roto. Se ha roto.