Pocos son los usuarios del metro londinense que permanecen impasibles ante el espectáculo: todos los días no se ve a un niño leyendo La Odisea -en griego, naturalmente- ni a la madre de tan extraño portento defender sus métodos educativos domésticos.
Ludo y Sibylla son dos de los personajes más extraordinarios de la literatura norteamericana actual. Su compartida obsesión por el conocimiento, la forma de combatir sus precarias condiciones de vida o la pasión por la película Los siete samuráis les convierten en dos criaturas excéntricas y adorables a partes iguales.
DeWitt es capaz de crear dos seres terriblemente tiernos partiendo de un tipo tan común como la madre soltera. Es capaz de crearlos y de lograr que nos rindamos ante Ludo y sus cartas o ante el carácter de Sibylla; no obstante, también consigue situarlos en las antípodas literarias de cualquier amante de la novela actual.
Las digresiones de ambos, dirigidas en mayor o menor medida a definirlos y a introducir personajes o temas secundarios, ralentizan el hilo argumental hasta paralizarlo casi por completo en pasajes muy amplios. Evidentemente, esta es la consecuencia de ¨inmiscuirse¨ en las vidas de dos fenómenos de la naturaleza; pero no por ello deja de ser un planteamiento suicida.
Bajo mi punto de vista, somos pocos los lectores preparados para enfrentarse a una autora con vocación kamikaze.
El último samurái, inclasificable. Ludo y Sibylla, inolvidables protagonistas. Helen DeWitt, trasgresora, experimental e irreverente. Afronta su reto si quieres desmarcarte de las tendencias literarias predominantes. (Jorge Juan Trujillo, 24 de septiembre de 2018).