Decía Gonzalo Torrente Malvido, que conoció a fondo el lumpen, que «El Sexto es la mejor novela sobre la cárcel en lengua española», pero sobre esto y como escribiera Mario Vargas Llosa, «la prisión es solo un medio, el decorado que usa Arguedas para representar un drama que lo hostigó toda su vida y que, sin duda, contribuyó a forjar la crisis que culminó con su suicidio: el de la marginalidad».
En efecto, sobre el légamo de sordidez de la prisión, por donde campan degenerados de toda laya, y donde, por si fuera poco, se disputan enconadas batallas políticas entre apristas y comunistas por un país que se halla a extramuros, despunta, como único recurso para cualquier existencia posible, un lirismo y una nostalgia que dotan al relato de una vivacidad y de una genuinidad, que no sólo lo convierten en una de las novelas cimeras de la prosa hispana del s. XX, sino una experiencia indeleble para cuantos la han leído.