En un sitio de lectura recomendaron este libro con las palabras siguientes: “Una obra maestra de la literatura rusa”. ¡Guau! Tenía que leerla, así que la leí en las últimas dos semanas paralelamente a “La hoguera de las vanidades”. Ahora que lo pienso, dos críticas a las dos potencias de la Guerra Fría: URSS y EUA.
Ahora bien, antes de proseguir, “La hoguera…” es una obra muy buena, historia inteligente, entretenida, los perfiles del sinnúmero de personajes muy bien elaborados, no se ven falsos, la crítica aguda a la sociedad norteamericana de los 80 muy aguda y descarnada, y además mucha información sobre tantos aspectos de dicha sociedad, pero no deja de ser un libro de consumo para masas, comercial, en cambio “El maestro y Margarita”, es una obra que salta la barda de lo inteligente y llega a ser una genialidad, por la trama, el mensaje, los símbolos, las situaciones que despliega, su estructura compleja, pero ambas son una crítica que implica necesariamente leer con detenimiento y ponerse a analizar.
Las ideas principales que guían la obra son la crítica al sistema soviético y a la sociedad miedosa, arrastrada, servil y además avara que se formó dentro de ese sistema. También las bajezas y miserias humanas.
Bulgákov ya había sido censurado por el régimen, y esta obra la quemó una vez al saber que no sería publicada, pero la reescribió tiempo después, pero su fama no llegó sino 28 años después de su muerte, hasta 1968, cuando fue publicada en los países libres.
El mensaje es sencillo, pero se entiende hasta el final: sean libres, no hay peor vicio que la cobardía. Un llamado a un pueblo sometido a luchar por su libertad en un sistema en el cual el solo hecho de emitir una opinión era censurado, mal visto y hasta sancionado con cárcel incluso destierro.
La trama es sobre la llegada del diablo y su séquito de espeluznantes y malévolos personajes a Moscú, de sus andanzas y malandanzas en las que hacen motón de fechorías: cortar cabezas, robar dinero, engañar a la gente. Paralela a esta historia, al parecer sin ningún sentido, se desarrolla el día de la crucifixión de Jesús el viernes 14 de Nisán, según el autor. Eso desconcierta, pero todo cobra sentido al final.
Los personajes son un montón, y los lugares igualmente, sin dejar de mencionar la gran cantidad de situaciones reales y fantasiosas, lo que hace una lectura enredada, pero enriquecedora y entretenida.
Me costó interpretar el qué de cada quién, pero al final todo se resuelve por su propio peso.
El diablo (nombrado Voland, uno de los tantos nombres del diablo en alemán), y su séquito: Asaselo (que es el chivo expiatorio en la Biblia), una suerte de mayordomo del diablo y en la mitología satánica, el demonio de la lujuria. Un gato gigante comparado a un hipopótamo (nombre que se le da al diablo en Job), Koroviev, una especie de arlequín, la sirvienta y Abanon, secretario del diablo (Apocalipsis). Pero no es que sea una novela satánica, nada que ver, solo son personajes útiles para lo que busca el autor: hacer justicia entre el gremio de literatos, y develar las miserias humanas en la sociedad soviética.
Otros personajes: varios literatos a los que dibuja como aprovechados, intrigosos, traidores, ladrones y muertos de hambre, sobre los cuales la justicia macabra del diablo cae con total dureza.
Un escritor, el que nunca logra concluir la vida de Poncio Pilatos, pusilánime y sin carácter, temeroso y cobarde, que yace encerrado en un manicomio por lo mismo.
Margarita, tomada prestada de Fausto de Goethe, es la verdadera heroína que se enfrenta astutamente al diablo para liberar a su amado.
También se dibuja como personaje “el sistema soviético y la sociedad”, lleno de hipocresía, censura, milicias obedientes y represivas, corrupción, falta de libertad y la necesidad de divisas, de moneda extranjera.
Como dije, intercala la historia principal con el día de la crucifixión de Jesús, pero el nazareno no tiene ningún papel relevante, al contrario, sus pocas intervenciones son sencillas, sin la profundidad de la Palabra, su imagen es plana, chata, sin sabiduría. El verdadero personaje es Poncio Pilatos y su visión de Jerusalén, los judíos, el Sanedrín, Caifás, Herodes. Poncio Pilatos es el promotor de espionaje, asesinatos y corrupción, pero a la vez se hace un parangón final con la sociedad soviética. Y allí radica una de las genialidades de la obra: el procurador romano fue tan cobarde al no dejar libre a Jesús, pese a que sabía que era inocente, como el pueblo soviético que no luchaba por su libertad, pese a saber que estaba siendo reprimido, sin derecho a nada.
El libro está repleto de situaciones tan fantasiosas que uno llega a perderse y preguntarse cuál es el sentido de tantos giros inesperados, del uso y abuso de la picardía del séquito del diablo, del engaño, el fraude, el hipnotismo, etc., hasta que se logra comprender que andan burlándose de un gremio (los escritores) y de un pueblo (los soviéticos) e impartiendo justicia poniéndolos en ridículo, degollando gente, transportándolos a lugares lejanos, engañándolos con dinero falso, etc.
Hay una escena en particular muy explícita aunque desconcertante sobre eso: una fiesta macabra en la que todos los invitados, de ultratumba, son presentado a Margarita, que funge de reina, desnuda, a quien todos besan en la rodilla, quienes fueron condenados por crímenes detestables, pero todos son recibidos con pompa, condescendencia, presentados con todos los honores, escena que me dejó sorprendido, aplicable a toda sociedad, en las cuales grandes ladrones del erario público o grandes narcos asesinos, por ejemplo, son tratados como grandes señores.
En toda la obra hay una pelea entre ficción y realidad, ficción que es llevada tan fantasiosamente que parecen las locuras de C. Lewis en Alicia en el país de las maravillas. Hay que tener paciencia, informarse un poco sobre el libro antes de leerlo, para entender que cada cosa tiene un significado, y que si bien es intrincado, simbólico, complejo, al llegarse a entender, es iluminador.
En el epílogo de la obra se resuelve todo, y es sumamente importante la última puñalada aguda y burlona que infiere al sistema represivo comunista en el que, siempre utilizando símbolos, refleja lo represivo, lo mentiroso, lo nefasto de aquél, y la cantidad de sujetos que sufrieron lo indecible bajo ese régimen.
Carlos Alvarenga
Tegucigalpa 19/7/20
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