András Szabad se cría en una pequeña ciudad de la Hungría comunista de posguerra, siempre bajo la protectora y amantísima presencia de su madre, una bibliotecaria con quien mantiene un vínculo muy especial. En 1956, su padre trata de entorpecer un desfile de tanques soviéticos y es encarcelado. Cuando tres años después éste vuelve a casa, completamente roto, la madre de András muere de manera súbita, acontecimiento que marca inapelablemente el final de su infancia. András y su padre se mudan a Budapest, buscando un nuevo y difícil comienzo, y será allí donde el joven descubrirá la fotografía, pasión que lo marcará profundamente. Obsesionado por mostrar lo invisible a través de lo visible, por redimir a las personas y las cosas de su intrínseca fugacidad y fijarlas antes de su desaparición, András lo observa y lo conjura todo a través de su cámara Leica, artefacto que se convierte en una extensión de su ser. Pero el aprendizaje –de la vida, del arte– sólo acaba de empezar. Aún quedan todo el dolor y toda la belleza por delante. Aún debe conocer a Éva.