“Yo siempre quería estar en otro lado sin tener que moverme”. Así de contradictorios son los personajes que pueblan Dirección noche. Ya que, como dice uno de ellos, “ciertas frases significan lo contrario de lo que dicen”. Las parejas discuten, se juntan y se separan, y hay una sensación de mirar la vida desde un voladizo inestable. Todo con una ausencia total de dramatismo. “Estamos muy guapos los dos cuando nos ponemos tristes”. Las nubes cruzan veloces en un cielo agotador, en constante movimiento, y una puede encontrar la tranquilidad en el probador de una tienda de sujetadores. En el libro hay ciudades y viajes, una madre cómplice, sexo clandestino, novios, maridos y amantes, y amigas con las que acompañar una copa de vino y alguna llantina. Incluso cuando se llega a los cuarenta años, todavía más, una se ve sumergida en el reino de la confusión, y desea que no avancen los signos de la edad, y que la sigan llamando “señorita” las dependientas de Zara. Tierno y brutal, divertido y melancólico, a veces con un toque perverso, en este libro Cristina Grande vuelve a deleitarnos con su lenguaje directo, ausente de retórica y frases huecas, y con imágenes vibrantes que hacen que no dudemos en subirnos a ese tren nocturno sin importarnos el destino.