Cuando pongamos los ojos en el cielo estrellado, con un furioso anhelo de llegar allí, aunque sea para encontrar lo que no es para nosotros, aunque tengamos que resignarnos a la humilde certeza de que, en muchos casos, una vida no bastará para hacer ese viaje -cuando pongamos los ojos en el cielo, repito, no olvidemos que los pies se asientan en la tierra y que sobre la tierra el destino del hombre tiene que cumplirse. Por una simple cuestión de humanidad.