Pese a su azarosa vida y a su trágica y enigmática muerte, la figura de Lucas de Iranzo aún busca su resurreción histórico-literaria. Por eso, el intento de Emilio Sánchez es digno de mención; por eso y por recrear el ambiente que se vivió en las fronteras que separaban a castellanos y andalusíes. A lo largo de la novela, Iranzo se rebela como un cuentacuentos excepcional, como un hombre sensible que encuentra en las historias de moros y cristianos una salida a las presiones y perversiones de Enrique IV y, sobre todo, como un gobernante fiel y recto.