La pequeña isla de Cabrera, vecina de Mallorca, apenas un peñón en el mar Mediterráneo, fue elegida por las autoridades españolas como campo de concentración improvisado en el que recluir a las tropas napoleónicas vencidas en Bailén. Puede decirse que fue el primero de la Historia sobre el que se tienen noticias documentadas y concretas. A él fueron a parar, además de soldados y oficiales, españoles, franceses o polacos, sus mujeres, amantes, prostitutas, mercaderes y expósitos, gente de toda patria y condición que por entonces seguía a los convoyes militares.