Ibn Sina -conocido en Occidente como Avicena- pasó a la historia como uno de los pensadores más importantes de la Persia del siglo XI. Fue además un reputado consejero político, un hombre proscrito, un amante ardiente y un hombre lleno de interrogantes y de pasiones. Avicena murió a los cincuenta y siete años, al final del largo trayecto que lo llevó a Isfahán -la ciudad sublime- después de haber bebido hasta la ebriedad del saber y del amor.