No era empresa fácil, en el siglo XIX, andar los caminos de la vieja Inglaterra rural desde los páramos de Durham hasta Londres. Y menos fácil debía de resultar para una mujer. Aunque fuera joven y vistiera como muchacho; aunque supiera defenderse y fuera ágil como un gamo; aunque por las vnas de su cuerpo mestizo corriera sangre mahowk y se llamara Kanawiosta, el agua que fluye.