Concentrado en la mitad del rostro de Renato, de cualquiera de los Renatos a los que podría representar el soldador de la portada, perdido en su mirada, cada vez que abría el libro me preguntaba qué hicimos mal él, su hijo, yo y todos los Renatos habidos y por haber. También el Renato verdadero, el de las fotos que figuran al término del relato.
Las portadas bellas no sólo hipnotizan, también mueven a la reflexión, es evidente.
Renato fue víctima de un engaño, y su hijo, el escritor de "Amianto", también. El primero, engañado por creer en una prosperidad y en una normalidad irreales; el segundo, engañado tras heredar un sistema corrompido y nocivo que le condena a él y a todos los trabajadores cognitivos precarios, entre los que me incluyo, a la subsistencia.
Alberto Prunetti escribe sobre su padre y sobre nosotros, sobre los nuestros (o al menos sobre los míos), sobre todos los obreros que, desde finales de los años sesenta y hasta comienzos de los noventa levantaron -o batallaron- los sectores industriales de sus respectivos países.
Renato es un trasferista, un soldador que acude a realizar trabajos de puesta en marcha, reparación o puesta a punto de distintas fábricas. En España, puesto que el término trasferista no existe, diríamos que va de parada en parada. Es prácticamente imposible arreglar o ajustar una máquina si esta no para, para disgusto del capital.
Renato es un temporero de la industria. Siempre de acá para allá, viviendo, respirando, masticando mierda. Sí, querido lector, porque el amianto y toda la basura con la que se guerrea en las distintas fábricas no es más que eso, un cúmulo mierda rebautizado. Intoxica a los trabajadores y a quienes viven cerca e incluso más o menos lejos. El coste del progreso, ya se sabe.
Toxicidad y precariedad laboral sobrevenida de forma lenta pero imparable, derivada de las privatizaciones y las desmembraciones de empresas, la pérdida de los derechos sindicales y la no adopción de las normas de seguridad básicas.
Precariedad hereditaria y heredada. ¿Te suena?
¿No? Entonces no eres de Huelva, Sagunto o Torrelavega, como Isaac Rosa comenta en el prólogo. Ni de Peñarroya-Pueblonuevo, La Unión, Mieres, Linares o Puertollano, como añado yo. Estoy seguro de que puedes ampliar la lista.
Si todo esto no te suena, no conoces una parte de la historia reciente de Europa. Pero tienes el libro de Prunetti, que hace justicia a los Renatos del pasado, del presente y del futuro.
Pensaba, como hijo de otro Renato, que sólo nos quedaba la conciencia de clase y el sentimiento de pertenencia a un cielo vestido de permanente duelo y a un paisaje de herrumbre y ruina, pero gracias a Prunetti he descubierto que también nos queda la literatura digna. (Jorge Juan Trujillo, 30 de diciembre de 2020)