El cuerpo sin vida de una mujer es rescatado de las aguas de un canal. Eso no tendría nada de insólito en la rutina del inspector Morse. Lo extraordinario es que el crimen se perpetró en junio de 1859, ciento treinta años atrás, y que el inspector se halla convaleciente en la cama de un hospital. Morse llega a la conclusión de que los dos hombres enviados al patíbulo eran inocentes, y con la ayuda de sus poderes deductivos -y de una bella bibliotecaria- reinvestiga el caso hasta demostrar su hipótesis.