Resumen

En Selba, en mitad del verano, un concejal del consistorio ha aparecido muerto en su despacho. Todavía no se sabe si se trata de un suicido o un asesinato. Al día siguiente una becaria llega al ayuntamiento del lugar especialmente espantada, pero por otros motivos. Mientras, tres crepusculares colegas de la infancia deciden largarse de allí unos días a vivir su propia road movie, hasta llegar a la playa mientras se beben el mar. Nada podría tener ningún tipo de relación, o quizás sí, y posiblemente en algún momento todos acaben confluyendo. Incluso el agente que irá relatando los avances del caso, aunque debido a unos hechos de su pasado más reciente no le permiten salir de la comisaría. Entre un avezado narrador y los monólogos, confesiones y cartas de los protagonistas saldrán a la luz unas cuantas verdades y otros tantos engaños y reproches, de manera que quizás se hilvane toda la serie de acontecimientos. Y también, por qué no, se asuma que continuará viva la llama de ese incendio permanente.

1 Críticas de los lectores

10

Por Miguel Ángel Sánchez: "Aquí hay un pueblo. Rural y rústico. De esos que participaría en el Grand Prix (del Verano), para que nos entendamos. De amarillo, además. También hay cantidades indecentes de dinero en sitios insospechados y un muerto. Un fiambre chamuscado y calor, mucho calor. Mala combinación y, claro, algo huele mal en todo esto. Vamos, lo que viene siendo, en principio, una novela negra de toda la vida, que dicen algunos. Y tenemos a quien está vivo y ejerce de tal: gente que se (con)funde con el paisa(na)je pueblerino; o gente movida por cierto ímpetu escapista pero, al mismo tiempo, capaz de apreciar que nada como lo exótico de lo autóctono (aquí yacen dragones cotidianos) para indicar el punto de partida del mapa; o gente (la mirada forastera y femenina) conducida a conocer el percal más de lo esperado, ¿más de lo que hubiera querido?, para acabar llegando ¿hasta el fondo? Y hablan, que es lo que se hace en los pueblos y que, por otra parte, es otra forma de ejercer de vivo: hablar para no ser hablado por los demás; para no salir escaldado del incendio permanente de (tener que) ser siempre uno mismo en palabras ajenas. El-chaval-que-pasa-droga-en-el-pueblo, el-hijo-del-empresario-de-éxito-de-provincias, el-profesor-de-literatura-para-el-que-vivir-es-ir-confirmando-lo-vivido-en-los-libros, el investigador con conflictos conyugales, la chica que no sabe en qué bosque se está metiendo: personajes reconocibles y en los que reconocerse, figuritas de este rústico decorado a los que el artífice de esta novela de amarillo da la voz y, así, la oportunidad de explicarse a sí mismos, esto es, a rebelarse de su propia condición. Y tú, ¿cómo lo ves? Tienes la palabra…"

hace 5 años