En 2017 Cercas estaba sin ideas y quería reinventarse, pero no sabía cómo. Acababa de empezar una novela sobre Jordi Pujol cuando recibió por correo el libro de un autor novel: El hombre de la gasolinera. Un western noir protagonizado por un chico que en el pasado perteneció a una banda criminal, que no conoció a su padre, que descubre el arte gracias a la intervención de un bibliotecario, que se convierte en héroe involuntario de un atentado yihadista y que se refugia en un lugar apartado para tratar de olvidar la muerte de su pareja. De repente Cercas abandonó su proyecto sobre Pujol, cambió de estilo y se puso a escribir un western noir que guarda docenas de semejanzas con el libro que le regalaron. Ganó el Planeta, exprimió la figura del justiciero con dos novelas más (acordadas en un jugoso contrato editorial) y negoció una serie de TV. Al ganar el Planeta, los periodistas le preguntaron, extrañados, por su cambio de registro; él contestó que se debía a "la crisis en Cataluña". El resto es historia. Trató de volver a la metaliteratura en la segunda y en esta tercera parte, pero sin la participación directa del autor en la sombra, la evolución de Melchor ha sido muy pobre. El thriller no es su territorio, le queda grande. Cercas nunca mencionó al autor que relanzó su carrera. Ni siquiera tuvo un detalle con él en los agradecimientos de sus novelas. En vez de eso, el hombre que se adueñó de un personaje ajeno se atreve a presentar sus obras como alegatos contra la mentira y la corrupción. El cinismo en persona. Cercas es, en definitiva, un escribano que ha demostrado tener menos elegancia que talento, lo cual ya es decir.
hace 2 años
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