El castillo alto, la esperadísima autobiografía de juventud de Stanislaw Lem, constituye la memoria intelectual de uno de los genios literarios del XX. A la vez semblanza íntima y original testimonio sobre la Europa que nació tras la Primera Guerra Mundial y que se extinguiría con la irrupción de los fascismos, estamos ante unas memorias conscientemente ensimismadas, en las que el propio autor nos pinta a un Lem precoz, insaciablemente inquisitivo, que será considerado, ya en su época, el escolar más brillante de todo el sur de Polonia. Descubriremos al lector voraz empeñado en espiar los libros de anatomía de su padre, un acomodado doctor de la ciudad de Lvov, al que el propio Lem, destructor de juguetes, confesará que tuvo durante años sumido en un estado cercano al terror; al aspirante a inventor que se pasa las horas obsesionado con la formación de las galaxias, la pornografía francesa y los animales prehistóricos; al creador de mundos paralelos ("reinos de permisividad universal") a los que dota de pasaportes propios, papeles de identificación y multitud de documentos burocráticos. Pero también al muchacho idealista -no supo realmente que era alguien "judío" hasta que los alemanes se lo hicieron ver violentamente- cuya inocencia se verá violada cuando los nazis invadan Polonia en el año 1939.