En el lujoso hall de un hotel de Saint Moritz, en pleno invierno, mientras las sombras alargadas del atardecer caen sobre los campos nevados, entre el gentío del bar y las notas de jazz se cruzan las miradas de dos mujeres. De ese instante surge una pasión fascinadora, un anhelo que parece irrealizable, y que la protagonista relata, con una sensibilidad extrema para abordar el deseo que le provoca la desconocida, en estas páginas tempranas que Annemarie Schwarzenbach escribió cuando tan solo contaba con veintiún años. Ver a una mujer, descubierto recientemente en el Archivo Suizo de Literatura, presenta, con la fuerza propia de las imágenes de esta viajera incansable, el único texto ubicado en su país natal, un paisaje donde la autora dice sentirse «más liviana que en cualquier otra parte» y al que dice querer «como se quiere a una mujer hermosa».