Este libro magistral y revelador analiza las formas en que la idea y la experiencia de Dios han ido evolucionando entre los monoteístas, sean éstos judíos, cristianos o musulmanes. A través de la fabricación de un tejido multicolor de teorías e intuiciones históricas, filosóficas, intelectuales y sociales, Armstrong nos muestra cómo, a lo largo de los siglos, cada una de las religiones monoteístas ha abrazado un concepto ligeramente distinto de Dios. Al mismo tiempo, dirige nuestra atención a las semejanzas fundamentales y profundas que existen entre ellas, demostrando que en las tres, Dios ha sido y es experimentado de una forma intensa, apasionada y a menudo -sobre todo en occidente- traumática. El hecho es que algunos monoteístas han visto tinieblas, desolación y terror donde otros sólo han vislumbrado luz y transfiguración. A partir de ahí, la autora examina las razones de estas diferencias intrínsecas y describe a quienes las produjeron. En un apasionante viaje a través del tiempo, Armstrong sugiere que cada idea concreta sobre Dios tiene que resultar útil para el pueblo que la crea, pues este tipo de ideas cambian cuando dejan de ser eficaces. El concepto de un Dios personal pudo adaptarse a la humanidad de una cierta época, pero cada vez resulta menos útil. Así, comprender las ideas que ha mantenido la humanidad sobre Dios en el pasado y su importancia y utilidad en nuestro tiempo es para la autora la máxima misión que nos impondrá el siglo XXI. Este libro demuestra que tal proceso es inevitable, pues la búsqueda de un símbolo para esta realidad inefable, percibida universalmente como la divinidad no es más que una manifestación natural de nuestra humanidad.